Sobre el buen CEO y el gobierno corporativo

Ha tenido una amplia repercusión informativa la publicación del ranking que elabora periódicamente la Harvad Business Review sobre los mejores CEOs (Chief Executive Officers) durante el último año. Noticia que me lleva a compartir algunas reflexiones en torno a la relación que cabe establecer entre la inclusión en ese ranking y la consideración de que las sociedades administradas presentan un buen gobierno corporativo. El planteamiento es simple: si el CEO ocupa una posición destacada, ello es consecuencia del buen funcionamiento de la sociedad que administra y, dentro de ese buen funcionamiento, de la acertada dirección que esa persona ha desarrollado de la compañía en el período analizado. Labor de dirección que supone un ejercicio individual de liderazgo, compartido con un consejo de administración que se encarga de la supervisión de ese CEO y de un equipo directivo que lo acompaña en la gestión diaria. Dicho de manera directa, se trata de proponer en qué medida el éxito de una persona salpica a quienes comparten con él su labor.

 

Es incuestionable que el reconocimiento de un CEO avala la labor del consejo del que forma parte. También cuando el CEO es quien preside el consejo. La razón nos la da, desde la perspectiva española, la relación que existe entre el consejo y ese primer ejecutivo que, lo presida o no, está sometido a la supervisión constante por el consejo que se expresa, sobre todo, en la facultad indelegable de designarlo y destituirlo (art. 249 bis LSC). Si el CEO realiza una buena gestión, ésta avala la decisión del consejo de nombrarlo o mantenerlo. En sentido contrario, la mala gestión de un CEO obliga al consejo a actuar, a salvo de que los resultados de esa mala gestión terminen atribuyéndose al consejo como consecuencia de su falta de reacción a la hora de exigir o sustituir al primer ejecutivo de la empresa.

 

A partir de esas ideas elementales, si examinamos el ranking citado, lo primero es entender los criterios que se utilizan en su elaboración. La publicación de la lista puede consultarse en la citada Revista, donde se explican los principales criterios que han venido aplicándose en su elaboración:

 

“Since its launch, in 2010, the basic philosophy of HBR’s ranking has remained unchanged: that business leaders should be judged by the results they produce over their entire tenure, and that the evaluation should be based on objective data, not public opinion. That approach achieves a truer—and more dependable—picture of performance. Just as ballplayers’ lifetime batting averages don’t rise or fall dramatically on the basis of their last few at-bats, our ranking doesn’t shift significantly with last quarter’s numbers—or even last year’s. In fact, this year’s top three CEOs were all among the top five in 2015, and Sørensen has earned the top spot for the second year in a row.

 

Nonetheless, we view this ranking as an ongoing experiment. Each year we listen to feedback from our readers, consult with outside experts, and debate among our editors, focusing on a single question: Is there a way to make next year’s ranking even better?”.

 

Los criterios fundamentales conectan con la evaluación del gobierno de una sociedad: los resultados alcanzados durante el mandato del ejecutivo y determinados a partir de datos objetivos. Datos que venían atendiendo de manera principal a los indicadores financieros en que se traduce la gestión, de manera que serán sobre todo los accionistas y potenciales inversores quienes se convierten en los principales beneficiarios y evaluadores de la labor desarrollada por cada CEO. Sucede, sin embargo, que la Harvard Business Review advierte de nuevos criterios de naturaleza menos objetiva, pero cuya incorporación debemos considerar comprensible porque tales criterios afectan a aspectos del funcionamiento de las grandes corporaciones con creciente influencia en la evaluación que de las mismas se realiza por la sociedad en su conjunto, más allá de sus resultados financieros:

 

This year we have again done some fine-tuning. In 2015 we began utilizing ratings of companies’ environmental, social, and governance (ESG) performance as a variable. (Prior to that, our ranking was based purely on financial returns; by that measure Jeff Bezos of Amazon has led the pack for three years running.) One persistent criticism of ESG data is that it can be subjective, and indeed, when you examine how various research organizations rank the same firm using ESG criteria, you’ll often find significant differences.”

 

Aflora así la persistente tensión y relación que en la actividad de las grandes empresas se propone entre sus resultados financieros y el desarrollo por su parte de una política de responsabilidad social que atiende los otros y heterogéneos intereses que se ven afectados por ella. La evaluación que adopta la Revista sigue iniciativas como los índices que en determinados mercados atienden de manera preferente a esa actividad socialmente relevante.

 

Otra observación previsible apunta a los mercados de procedencia de los seleccionados. De nuevo cabe presumir que cuanto mayor sea el número de sociedades procedentes de un determinado mercado cuyos CEOs aparecen en el selecto ranking, mayor será el respaldo institucional al mercado de procedencia. Así lo destacaba la información de The Washington Post (McGregor, J., “Only one of the 10 best-performing CEOs in the world runs a U.S. company”), que transcribo parcialmente, y que incidía en los criterios aplicados:

 

Notably, it’s that balance of sustainability measures with financial performance that explains why CEOs of U.S.-based companies are less represented at the top. To measure financial performance, HBR adjusted total shareholder return by country to account for any increases that just come from local stock market performance (it also looks at industry-adjusted returns and change in market capitalization). And in 2014, when it ranked CEOs purely on financial performance, seven of the top 10 CEOs ran U.S.-based firms, and only one European company cracked that short list. (The magazine notes that Amazon CEO Jeff Bezos, who also owns The Washington Post and who was ranked No. 1 in 2014, would have led the list for three years if financial performance was the only thing considered.)

 

Ciertamente, aparecer en ese ranking es el resultado de una buena gestión sostenida a lo largo de varios ejercicios. Mas ese acierto no implica una posición blindada en no pocos casos, sobre todo porque los mercados financieros son implacables: las glorias pasadas de nada sirven ante un convulso presente. Tomo un dato de la introducción de la publicación del ranking que ilustra la exigencia a la que se ven sometidos los CEOs. Quien lidera el ranking (y quien años precedentes ocupaba posiciones destacadas) se ha visto afectado por una racha negativa de resultados:

 

“The list also offers a stark reminder that even spectacular past performance doesn’t ensure job security. In August, Novo Nordisk’s stock lost nearly 20% of its value because of concerns over pricing power and competitive position; on September1, the firm announced that Sørensen would retire in December, two years ahead of schedule”.